Papa Benedicto XVI y Papa Francisco

Discurso de Benedicto XVI sobre la ayuda a parejas en crisis

Con motivo del encuentro internacional de «Retrouvaille»

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 26 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).-
Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este viernes al recibir a los participantes en el encuentro internacional de Retrouvaille.


Venerados hermanos y hermanas en el episcopado y en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:

Os doy la bienvenida con alegría, con motivo del encuentro mundial del movimiento Retrouvaille. Os saludo a todos vosotros, esposos y presbíteros, junto a los responsables internacionales de esta asociación que desde hace más de treinta años trabaja con gran entrega al servicio de las parejas en dificultad. Saludo en particular al cardenal Ennio Antonelli, presidente de Consejo Pontificio para la Familia, y le doy las gracias por sus corteses palabras, así como por haberme ilustrado las finalidades de este programa.

Me ha impresionado, queridos amigos, vuestra experiencia que os pone en contacto con familias marcadas por la crisis del matrimonio. Reflexionando en vuestra actividad, una vez más he podido ver el «dedo» de Dios, es decir, la acción del Espíritu Santo, que suscita en la Iglesia respuestas adecuadas a las necesidades y a las emergencias de todas las épocas. Ciertamente en nuestros días la separación y los divorcios se han convertido en una emergencia muy sentida. Por tanto, fue providencial la intuición de los cónyuges Guy y Jeannine Beland, en 1977, de ayudar a las parejas en grave crisis a afrontarla por medio de un programa específico, cuyo fin es reconstruir sus relaciones, no como una alternativa a las terapias psicológicas, sino como un camino distinto y complementario. De hecho, vosotros no sois profesionales; sois esposos que a menudo han vivido en primera persona las mismas dificultades, las han superado con la gracia de Dios y el apoyo de Retrouvaille y han experimentado el deseo y la alegría de poner, a su vez, la propia experiencia al servicio de los demás. Entre vosotros hay varios sacerdotes que acompañan a los esposos en su camino, partiendo para ellos la Palabra y el Pan de la vida. «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mateo 10,8): constantemente hacéis referencia a estas palabras de Jesús dirigidas a sus discípulos.

Imagen del Encuentro con el Papa Benedicto XVI
El Papa Benedicto XVI recibiendo al grupo de Retrouvaille España

Como demuestra vuestra experiencia, la crisis conyugal –estamos hablando de crisis serias y graves– constituye una realidad con dos caras. Por una parte se presenta, especialmente en su fase aguda y más dolorosa, como un fracaso, como la prueba de que el sueño ha terminado o se ha transformado en una pesadilla y, por desgracia, «no hay nada que hacer». Esta es la cara negativa. Pero hay otra cara, que nosotros desconocemos con frecuencia, pero que Dios ve. Toda crisis, de hecho, nos lo enseña la naturaleza, constituye el paso a una nueva fase de la vida. Si bien en el caso de las criaturas inferiores esto sucede de manera automática, en el ser humano implica la libertad, la voluntad y, por tanto, una «esperanza más grande» que la desesperación. En los momentos más oscuros, los cónyuges han perdido la esperanza; entonces se da la necesidad de otras personas que la custodien, de un «nosotros», de una compañía de auténticos amigos que, con el máximo respeto, pero también con sincera voluntad de bien, estén dispuestos a compartir algo de su propia esperanza con quien la ha perdido. Pero no de manera sentimental o superficial, sino organizada y realista. De este modo, en el momento de la ruptura, ofrecéis a la pareja una referencia positiva en la que confiar frente a la desesperación. De hecho, cuando la relación degenera, los cónyuges caen en la soledad, tanto individual como de pareja. Pierden el horizonte de la comunión con Dios, con los demás y con la Iglesia. Entonces, vuestros encuentros ofrecen el «agarradero» para no perderse totalmente, y para volver a subir poco a poco la cuesta. Os veo como a custodios de una esperanza más grande para los esposos que la han perdido.

La crisis, por tanto, concebida como momento de crecimiento. Desde esta perspectiva se puede leer la narración de las bodas de Caná (Juan 2, 1- 11). La Virgen María se da cuenta de que los esposos «ya no tienen vino» y se lo dice a Jesús. Esta falta de vino hace pensar en el momento en el que, en la vida de pareja, termina el amor, se agota la alegría y se derrumba el entusiasmo del matrimonio. Después de que Jesús transformó el agua en vino, felicitaron al esposo pues, según decían, había guardado hasta ese momento «el vino bueno». Esto significa que el vino de Jesús era mejor que el anterior. Sabemos que este «vino bueno» es símbolo de la salvación, de la nueva alianza nupcial, que Jesús ha venido a realizar con la humanidad. Y precisamente de ésta es sacramento todo matrimonio cristiano, incluso el más frágil y vacilante, y puede encontrar, por tanto, en la humildad la valentía para pedir ayuda al Señor. Cuando una pareja en dificultad o –como demuestra vuestra experiencia– incluso ya separada, se encomienda a María y se dirige a Aquél que ha hecho de los dos «una sola carne», puede estar segura de que la crisis se convertirá, con la ayuda del Señor, en un momento de crecimiento, y que el amor quedará purificado, madurado, reforzado. Esto sólo lo puede hacer Dios, que quiere servirse de sus discípulos como de válidos colaboradores para acercarse a las parejas, escucharlas, ayudarlas a redescubrir el tesoro escondido del matrimonio, el fuego que ha quedado sepultado bajo las cenizas. Reaviva y hace que vuelva a arder la llama; ciertamente no como en el enamoramiento, sino de una manera diferente, más intensa y profunda: ahora bien, es siempre la misma llama.

Imagen del grupo en el Encuentro con el Papa Benedicto XVI
El grupo en el encuentro con SS. Benedicto XVI

Queridos amigos que habéis querido poneros al servicio de los demás en un campo tan delicado: os aseguro mi oración para que vuestro compromiso no se convierta en mera actividad, sino que sea siempre, en el fondo, testimonio del amor de Dios. Vuestro servicio va «contra la corriente». Hoy, de hecho, cuando una pareja entra en crisis, se encuentra con muchas personas dispuestas a aconsejar la separación. Incluso a los esposos casados en el nombre del Señor se les propone con facilidad el divorcio, olvidando que el hombre no puede separar lo que Dios ha unido (Cf. Mateo 19,6; Marcos 10,9). Para desempeñar vuestra misión también vosotros tenéis necesidad de alimentar continuamente vuestra vida espiritual, poner amor en lo que hacéis para que, al entrar en contacto con realidades difíciles, vuestra esperanza no se agote y no quede reducida a una fórmula. Que en esta delicada obra apostólica os ayude a la Sagrada Familia de Nazaret, a quien confío vuestro servicio, y especialmente los casos más difíciles. Que esté a vuestro lado María, Reina de la familia, mientras os imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros y a todos los que adhieren al programa Retrouvaille.

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El Papa a Retrouvaille: parejas que acompañan a matrimonios en dificultad (Aula Pablo VI
Sábado, 6 de noviembre de 2021
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Francisco compartió con la asociación tres palabras claves: crisis y heridas pero sobre todo la palabra «clave» en la pastoral familiar: acompañar. Reunido en el Aula Pablo VI con la Asociación Retrouvaille, el Papa recordó el valor de las heridas familiares que, si se ponen al servicio de los demás, ayudan a sanar a uno mismo y a los que le rodean. E invita a «perder tiempo» para acompañar a los cónyuges en crisis con paciencia, respeto y disponibilidad.

Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano

El Papa se encontró con 600 miembros de la asociación, «Retrouvaille». El programa Retrouvaille, que como lo indica la palabra en francés significa redescubrir. Es un programa que ayuda y asiste a las parejas que están pasando una crisis matrimonial y desean “redescubrir su relación en base al diálogo a través de sentimientos”.

Como lo indica uno de los sitios de la asociación, el programa inicia con un fin de semana de retiro y le sigue un proceso semanal de seguimiento o acompañamiento dividido en 12 sesiones.  No hace distinción de parejas, pueden estar casadas por la Iglesia,  en unión libre, casados por el Civil o segundas nupcias. La única condición es que estén dispuestas a trabajar por recuperar su relación.

En el año de la Familia Amoris Laetitia, el Papa expresó su alegría de saber que se lleven a cabo este tipo de encuentros, para ayudar a los cónyuges que atraviesan una grave crisis en su relación:

«Esto es muy importante, no debemos tener miedo a la crisis. La crisis nos ayuda a crecer y lo que tenemos que cuidar es no caer en el conflicto, porque cuando caes en el conflicto cierras tu corazón y no hay solución al conflicto o casi no hay solución; en cambio, la crisis te hace bailar un poco, te hace sentir lo malo a veces, pero puedes salir de la crisis, siempre y cuando salgas mejor. No podemos salir igual: o salimos mejor o peor. Esto es importante. Y es difícil salir de la crisis solo, todos debemos salir siempre en crisis. Me gusta eso… [aplausos] ¡No tengas miedo de la crisis, ìten miedo del conflicto!»

Crisis

En el discurso, el Pontífice compartió con los presentes una de las tres palabras claves para él: la primera es crisis.

Una palabra, que como dijo Francisco, se ha utilizado tanto desde que comenzó la pandemia. Pero hoy, en este encuentro, se nos invita,  a “considerar la crisis como una oportunidad, en este caso una oportunidad para dar un salto cualitativo en las relaciones, sí una oportunidad dolorosa pero una oportunidad». Sobre las crisis familiares, la Exhortación Amoris laetitia dedica una sección.

Heridas

El Papa mencionó además que hay otra palabra que les quiere compartir: heridas. Porque las crisis producen “heridas en el corazón y en la carne”. «Heridas» es una palabra clave para las parejas, forma parte del vocabulario diario de Retrouvaille, les señaló, de su historia, son parejas heridas que han pasado por la crisis y se han curado; «y por ello son capaces de ayudar a otras parejas heridas”, manifestó. .

Este es el don de la asociación, afirmó, la experiencia que han vivido y puesto al servicio de los demás, es un don “precioso tanto a nivel personal como a nivel eclesial. Hoy hay una gran necesidad de personas, de cónyuges que sepan dar testimonio de que la crisis no es una maldición, es parte del camino, y una oportunidad, y también nosotros, sacerdotes y obispos, debemos recorrer este camino, mostrar que la crisis es una oportunidad. De lo contrario, seríamos sacerdotes u obispos encerrados en nosotros mismos, sin un verdadero diálogo con los demás. En el diálogo real siempre hay crisis. ”. Pero para ayudar a otras parejas, no basta con tener la intención, pues se convierte en un “discurso teórico, una exhortación piadosa», señaló el Pontífice, es necesario haber experimentado la crisis, para poder dar testimonio, ser “testigos de la vida”, compartiendo su experiencia, la ponen al servicio de los demás.

Francisco,  agradeció a la Asociación, la «yuxtaposición de los dos textos bíblicos: el del buen samaritano y el de Jesús resucitado mostrando sus heridas a los discípulos», porque le ha permitido al Papa, «ver mejor el vínculo entre el buen samaritano y Cristo resucitado, y a ver que este vínculo pasa por las heridas, las llagas», y expresó:

«En el personaje del buen samaritano se ha reconocido siempre a Jesús, incluso en los escritos de los Padres de la Iglesia. Su experiencia nos ayuda a ver que ese samaritano es Cristo resucitado, que conserva las heridas en su cuerpo glorioso y que por eso mismo es capaz -como dice la Carta a los Hebreos (cf. 5,2)- de sentir compasión por ese herido abandonado en el camino, por las heridas de todos nosotros».

Acompañar

Después del binomio «crisis-herida», Francisco les compartió otra palabra, que es «clave» en la pastoral familiar: acompañar.

Esta palabra fue una de las más importantes del proceso sinodal 2014-2015 sobre la familia, del que salió la Exhortación Amoris laetitia.  Un acompañar, no sólo por parte de los pastores que les toca porque así lo indica su ministerio; “pero también implica a los cónyuges en primera persona, como protagonistas de una comunidad que «acompaña». «Su experiencia es un testimonio concreto de ello. Es una experiencia que nace «desde abajo», como suele ocurrir cuando el Espíritu Santo hace surgir nuevas realidades en la Iglesia que responden a nuevas necesidades”.

La Asociación «Retrouvaille», se dedica a acompañar a tantas parejas en dificultad o ya divididas. Francisco al respecto mencionó otro icono bíblico:

«Jesús resucitado con los discípulos de Emaús. Jesús no aparece desde arriba, desde el cielo, para decir con voz atronadora: «¿Adónde van? ¡Vuelvan!» No. Camina junto a ellos por el camino, sin ser reconocido. Escucha su crisis. Les invita a contar, a expresarse. Y entonces les redime de su necedad, les sorprende revelándoles una perspectiva diferente, que ya existía, que ya estaba escrita, pero que no habían entendido: no habían comprendido que Cristo tenía que sufrir y morir en la cruz, que la crisis forma parte de la historia de la salvación, esto es importante: la crisis forma parte de la historia de la salvación. Y la vida humana no es una vida de laboratorio o una vida aséptica con nada, todo… como empapado en alcohol para que no sean cosas extrañas, no. La vida humana es una vida en crisis, una vida con todos los problemas que se presentan cada día. … Y entonces ese hombre, ese caminante se detiene a comer con ellos, se queda con ellos: pierde el tiempo con ellos».

Acompañar, para Francisco significa «perder el tiempo» para estar cerca de las situaciones de crisis. Y a menudo, afirmó, se necesita mucho tiempo, se necesita paciencia, respeto, disponibilidad, y todo esto hace parte del acompañar.